EL TIEMPO DEL OTRO

Rivva surge del diálogo entre dos amigas, la fotografa Elisa Azevedo y la propia Rivva, que comparten un tiempo importante de sus vidas y lo comparten con nosotros. Un momento en que se cierra la juventud y comienza una nueva etapa en las que se consolidarán algunos aspectos determinantes de su forma de estar en el mundo. Se trata de un diálogo que quiere cuestionar las prerrogativas de quien es fotografiado -del objeto fotográfico, tradicionalmente pasivo-, para convertirlo en sujeto activo, en co-autor. Una relación dialógica, en un tiempo compartido, que sucede durante un proceso de transformación, que aparece esbozado, sin capitalizar toda la atención de las imágenes resultantes. De manera sutil, ambas construyen un universo de situaciones que evoca más que dice. Recogen objetos que sugieren. El tiempo, la moda, la naturaleza, … junto a texturas y ambientes, generalmente monocromos. Elementos que se combinan, no tanto para contar una historia sino para compartir un lugar desde el que nos relacionamos con el otro.

Rivva es también, en el marco de un programa dedicado a desarrollar la idea de Nuevos Puertos, una metáfora que nos habla de transformación. La metáfora como herramienta cognitiva para pensar lo abstracto. La transformación tanto de ciudades como de los cuerpos que las habitan. En la segunda acepción del diccionario on-line que me sirve para familiarizarme con esta lengua nueva, transiçao es definida como a “passagem de um lugar, assunto, tom ou estado para outro”. A mediados de los años 50 del pasado siglo, algunos pensadores de la ciudad como el alemán el urbanismo de la ciudad, algunos destacados pensadores como Hans Bernhard Reichow consideraron la ciudad como un organismo vivo y asumieron algunas de las características de la naturaleza de los organismos para entender su funcionamiento. Aunque buena parte de las propuestas de este modelo de urbanismo han sido superadas, considerar la ciudad como un ente homeostático, con capacidad de autorepararse y regularse hasta encontrar un equilibrio dinámico, resultan estimulantes. Así prácticas como el urbanismo ciudadano, característico de algunas de las grandes urbes latinoamericanas, podría ser ejemplo de esa capacidad de autoreparación; o el Nuevo Urbanismo, abanderado por Jane Jacobs, que defendía los usos mixtos y la planificación “desde abajo” (bottom-up), son claros ejemplos de esta manera de entender la ciudad como un organismo vivo, un ecosistema. La noción de transición ha generado un movimiento comunitario que aspira a ciudades más habitables, menos contaminantes, en las que se experimentan nuevos modelos de gobernanza. Desde 2013 el movimiento Transition Network cuenta con una división portuguesa. Como en los otros grupos y hubs repartidos por el mundo, la Rede de Transiçao em Portugal trabajan para crear “comunidades locais mais resilientes e com uma cultura humana saudável”.

En su ensayo “La expulsión de lo distinto”, el filósofo Byung-Chul Han dedica un capítulo de su libro a destacar la importancia del acto de escuchar. Una capacidad cada vez más infrecuente, que rompe con el narcisismo que se ha convertido en rasgo esencial de una sociedad marcada por la hiperproducción y el recurso al “me gusta”. “El ego no es capaz de escuchar” dice el profesor de la Universidad de las Artes de Berlin (UdK). Elisa Azevedo no parece tener problemas para escuchar ni para prestar atención al otro. Su mirada es pausada, a pesar de su juventud. No muestra necesidad de marcar su territorio, el de su trabajo artístico, sino que lo abre a su amiga liberándola de su alteridad, que diría Han. “La escucha tiene una dimensión política”, añade. Y es ante esta posibilidad política, de construir la nueva polis, que este proyecto puede indicarnos un posible camino, ya que, como dice el autor surcoreano, “sin escucha, no se configura ninguna comunidad”. De este modo, la exposición se manifiesta como un ejercicio comunitario en el que el diálogo se multiplica y enriquece con la participación de otras personas. Con la esperanza de construir un espacio en el que poder dedicar nuestra atención al “tiempo del otro”.

Pablo Berástegui Lozano